13 Lunes I c enero 2025
Palabras de esperanza
“Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed a la Bueno Noticia” “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó y dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él”. (Mc 1,14-20)
Sin embargo, la salvación no es automática; la salvación es un don de amor, y como tal, ofrecido a la libertad humana. Siempre, cuando se habla de amor, se habla de libertad. Un amor sin libertad no es amor. Puede ser interés, puede ser miedo, muchas cosas. Pero el amor siempre es libre. Y, siendo libre, requiere una respuesta libre: requiere nuestra conversión. Es decir, se trata de cambiar de mentalidad. Esta es la conversión: cambiar de mentalidad y cambiar de vida, no seguir más los modelos del mundo, sino el de Dios, que es Jesús, como hizo Jesús y como Él nos enseñó. Es un cambio decisivo de visión y de actitud. De hecho, el pecado —sobre todo el pecado de la mundanidad, que es como el aire, está por todas partes— trajo al mundo una mentalidad que tiende a la afirmación de uno mismo contra los demás, e incluso contra Dios. Esto es curioso: ¿cuál es tu identidad? Muchas veces sentimos que en el espíritu del mundo se expresa la propia identidad con términos “contra”. En el espíritu del mundo es difícil expresar la propia identidad con términos positivos y de salvación. Se hace contra los demás y contra Dios. Y a este fin, la mentalidad del mundo, la mentalidad del pecado, no duda en usar el engaño y la violencia. El engaño y la violencia. Vemos lo que sucede con el engaño y la violencia: codicia, deseo de poder y no de servicio, guerras, explotación de la gente… Esta es la mentalidad del engaño, que ciertamente tiene su origen en el padre del engaño, el gran mentiroso, el diablo. Él es el padre de la mentira, así lo define Jesús”. (Papa Francisco)
Se han apagado las luces de la Navidad.
Los Reyes han vuelto a sus tierras.
Jesús ha sido presentado en sociedad en su Bautismo.
Y ahora ya no es tiempo de villancicos.
Ni tampoco es tiempo de andar buscando la cuna del Dios nacido.
Ahora comienza el tiempo “del camino”.
Ahora comienza el tiempo “de la llamada”.
Ahora comienza el tiempo “del seguimiento”.
Y todo comienza por el anuncio del gran acontecimiento:
Podéis ser más que lo que sois.
Podéis ser lo que Dios espera de vosotros.
Podéis cambiar vuestra mente y vuestro modo de pensar.
Podéis cambiar vuestro corazón
y enamoraros de algo que vale la pena.
“Convertíos”. Cambiad.
No os quedéis donde estáis.
“Creed en el Evangelio”.
Dejad el pasado que os esclaviza.
Abríos al Evangelio que os ofrece la libertad.
Cuando Dios toca nuestras vidas nunca nos deja donde estamos.
Cuando Dios toca nuestras vidas todo comienza a cambiar.
Y todo comienza junto al Lago.
Todo comienza junto a unas barcas
ya envejecidas de pescar.
Todo comienza junto a unas redes
que hay que remendar cada día.
Y ahí están los cuatro primeros:
Simón y Andrés, Santiago y Juan.
Una gran empresa les espera: “está cerca el Reino de Dios”.
Déjense de pescar peces en el lago.
Los hombres os esperan.
Porque los hombres esperan algo nuevo.
Y todo comienza por una palabra muy sencilla,
pero cuyas consecuencias son imprevisibles:
“Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron”.
Comienza la primera aventura humana de la fe.
Comienza la primera aventura de construir un mundo mejor.
Unos dejan las redes, otros dejan “a su padre Zebedeo
en la barca con los jornaleros y se marcharon con él”.
Me vienen a la mente aquellas estrofas
de Ricardo Nieto, tituladas “Sicut navis”:
“Señor, hoy o mañana…el barco está ya listo
Y solo espera tu orden para poder zarpar;
Las gentes del contorno atónitos me han visto
Cogiendo de la playa las redes y las velas tendidas a secar.
¡Señor, cuando tú quieras!… ¿A dónde irá la nave?
¡Lo ignoro, mas tus brazos abiertos siempre están!
Luché, sufrí, mi vida fue igual a la del ave
Errante y solitaria que cruza por las olas que vienen y se van.
Azul el mar tranquilo, azul también el cielo.
La lona empieza a inflarse con un leve rumor.
Señor, cuando tú quieras agitaré el pañuelo
A los que deja el barco sobre la playa negra del mar y del dolor”.
(Ricardo Nieto)
Hoy comienza nuestro andar litúrgico
por los caminos del Evangelio.
Hoy la nave de nuestras vidas
recibe la orden de zarpar.
¿A dónde querrá llevarnos el Señor a cada uno?
Lo ignoramos porque cada uno únicos.
Somos distintos, diferentes.
Además, cada uno tenemos nuestra propia misión.
Cada uno tendremos nuestra barca
y nuestras velas abiertas al viento del Espíritu.
Muchos se quedarán contemplándonos en la playa.
Mientras tanto, nosotros daremos
comienzo a nuestra travesía.
No somos los primeros invitados.
Pero somos los invitados de hoy.
Habrá vientos en contra en nuestro navegar.
Pero nosotros zarparemos hoy, agitando nuestros
pañuelos de la fe, despidiéndonos
de los que no se atreven a dejar sus viejas barcas
y sus redes remendadas.
Convertidos.
Llamados.
Seguimiento.
Clemente cp