VIERNES 17 de ENERO

 

 

“Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Llegaron cuatro llevando a un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. … “Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”. (Mc 2, 1-12)

 

“Alguien podría preguntar: "Pero, padre, ¿la misericordia no borra los pecados?" No, lo que borra los pecados es el perdón de Dios. La misericordia es la forma como Dios perdona. Porque Jesús podía decir: 'Yo te perdono. ¡Vete!', como le ha dicho a aquel paralítico que le habían bajado desde el techo: '¡Tus pecados te son perdonados!' Aquí dice: '¡Vete en paz!'. Jesús va más allá. Le aconseja de no volver a pecar. Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, tal vez deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena es justa... y Él perdona más allá. ¿Cómo? Con esta misericordia.

 

La misericordia va más allá y transforma la vida de una persona de tal manera que el pecado sea dejado de lado. Es como el cielo. Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero cuando llega el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no humilla, no dice 'Qué has hecho, dime ¿Y cuándo lo has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?' ¡No! 'Vamos y de ahora en adelante ¡no peques más!'. Es grande la misericordia de Dios. ¡Nos perdona acariciándonos!” (Papa Francisco)

 

Ayer veíamos a un leproso romper

con todas las normas legales de la impureza.

Alguien que no se resignaba a vivir impuro y marginado.

Alguien que luchaba haciéndose

más fuerte que su propia lepra y que la ley.

 

Hoy nos encontramos con un paralítico

Ser paralítico:

Es no poder moverse a ninguna parte.

Es vivir condenado a estar tumbado en su camilla.

Es vivir necesitado de todos.

Es vivir de la caridad de todos.

Es vivir condenado a la inutilidad.

Es vivir condenado a ser un estorbo para todos.

 

Pero lo peor es vivir resignado a su postración.

No tener fuerzas ya para luchar.

Darse por vencido y derrotado.

Renunciar a vivir con dignidad.

No tiene nombre, porque la resignación

hasta nos priva de sentir lo que somos.

Mala es la enfermedad, peor la resignación.

Mala es la pobreza, peor la resignación.

Mala es la miseria. Pero la peor miseria

es la falta de ilusión por luchar y superarse.

 

Hay muchas parálisis:

Hay la parálisis del cuerpo.

Hay la parálisis de la inteligencia, incapaz de pensar y necesita que otros piensen por él.

Hay la parálisis de la inteligencia, que impide que los demás piensen.

Hay la parálisis del corazón, incapaz de amar a nadie, ni siquiera a sí mismo.

Hay la parálisis de los sentimientos, incapaces de compadecerse del sufrimiento ajeno.

Hay la parálisis de la historia, de los que solo creen en el pasado.

Hay la parálisis de los que se niegan a todo cambio.

Hay la parálisis de los que tienen miedo a lo nuevo.

Hay la parálisis de los que se niegan a crecer y viven colgados del cordón umbilical.

Hay la parálisis de los que se quedan en buenos porque temen ser mejores.

Hay la parálisis del pecado que nos impide vivir la experiencia de Dios.

Hay la parálisis de las instituciones que viven estancadas por miedo al cambio.

Hay parálisis de muchas comunidades en las que cualquier cambio resulta escándalo.

 

El paralítico no tiene nombre:

Porque paralítico puedo ser yo, y puedes ser tú.

puede ser el seglar que prefiere la pasividad en la Iglesia.

puede ser el sacerdote que no se arriesga a la creatividad.

puede ser la Iglesia misma que se niega a ir

por delante abriendo caminos nuevos.

podemos ser todos, por el pecado, el egoísmo,

y la falta de sensibilidad.

 

Por eso se necesita de cuatro o de uno o de diez:

Que tengan el coraje de cargarlo con nuestras parálisis.

Que tengan el coraje de buscar sanarnos de nuestros miedos.

Que tengan el coraje de destejar nuestras vidas para llegar hasta Jesús.

Que tengan el coraje de destejar la Iglesia y ponerla delante de Jesús.

 

Tampoco ellos tienen nombre, podemos ser todos.

No se trata de hacer ellos mismos de médicos.

Se tata de ponerlo delante de Jesús.

Porque solo Jesús es capaz de sanarnos

de la parálisis de nuestros miedos.

Porque solo Jesús es capaz

de decirnos “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Porque solo Jesús es capaz

de abrir nuestras mentes y decirnos

que pensemos y seamos creativos.

Porque solo Jesús es capaz de decirnos

que vivamos abiertos y sepamos comprender a los que piensan distinto.

Porque solo Jesús es capaz de abrir

nuestros corazones paralizados por nuestros intereses personales.

Porque solo Jesús es capaz

de “perdonar nuestros pecados” de no fiarnos

de las mociones del Espíritu que habla también en los otros.

 

Necesitamos de ese Jesús que nos sane y nos ponga a andar:

Para que nadie se aleje, porque nos ven marginados de la realidad.

Y que la gente vuelva a “quedar atónita

y den gloria a Dios diciendo:

“Nunca hemos visto una cosa igual”.

 

Clemente cp.