Aquí me tienes postrada a tus pies clavados, querido Jesús,
para manifestarte en cada instante mi reconocimiento y gratitud,
por tantos y tan continuos favores como me has otorgado
y que quieres todavía seguir concediéndome.
Todas las veces que te invoqué, buen Jesús, me has ayudado.
He recurrido a menudo a ti y me has consolado siempre.
¿Cómo podré expresarte mis sentimientos, querido Jesús?
Te doy gracias, pero otra gracia espero de ti, Dios mío, si es de tu agrado...
Si no fueras todopoderoso, no te haría esta súplica;
Jesús, ten piedad de mí. Hágase en todo tu santa voluntad.